martes, 28 de julio de 2009

¿SABER O NO SABER? ¿CUAL ES LA CUESTIÓN?


¿Se disfruta cuando se sabe demasiado sobre música? Esa es la pregunta que me hago constantemente al ver como las personas que conocen poco de música andina colombiana disfrutan de una manera apasionada y alegre, ya que no se dan cuenta -y ni les importa- de los errores que pueda cometer un grupo en la interpretación o si el grupo es bueno o es malo, disfrutan porque si, porque eso les suena bueno. Es más, creo que son los que más gozan, porque los que tienen muchos conocimientos no perciben dado que están pendientes de encontrar errores vocales o instrumentales, lo cual no les permite gozarse la música andina colombiana en toda su dimensión, una dimensión sencilla, sin complicarse ni por voces, ni estilos de interpretación, mejor dicho por cosas que quienes saben aprecian con una agudeza tal, que les mortifica escuchar tal o cual canción mal interpretada, y muchas veces critican hasta la forma de vestir del cantante, con lo cual se pierden de cosas tan agradables de ver la pasión de un músico ejecutando un instrumento o de un cantante que ama lo que está interpretando y expresa ese sentimiento en su canto. Cosas como esas que un especialista no valora, debido a sus grandes conocimientos ha olvidado lo sencillo de la música, que es la diversión que al final debe producir el arte.


Pero también hay que decir que conocer sobre algo, y para este caso sobre música andina colombiana, permite ver la música desde otros ojos, con un poco de crítica donde la apreciación musical va más allá de saber si una canción es un bambuco o un pasillo, conocer asimismo permite encontrar nuevas propuestas que sorprenden por su calidad, cosa que la persona que reconoce poco no valora tan fácilmente. Igualmente aprender sobre dicho tema, ayuda a comprender más al país desde su folclore y encontrar rasgos de la identidad nacional en el arte, lo cual para mi gusto compone el principal argumento a favor de quienes han profundizado en las expresiones musicales colombianas.


Para concluir o quizás para abrir le debate, se podría plantear que lo mejor sería tener un punto de encuentro entre ambas posibilidades de disfrutar la música andina colombiana, así mismo se lograría encontrar como conclusión un viejo dicho católico relacionado con las velas que alumbran a los santos: “Ni mucho que queme al santo, ni poco que no lo alumbre” y aunque suene respuesta o desenlace algo tibio, pero veo que es la forma de disfrutar desde lo sencillo hasta lo virtuoso, sin poner en conflicto ninguna de las posiciones planteadas anteriormente para respetar a los conocedores de la misma manera que a quienes poco conocen del género.

lunes, 27 de julio de 2009

BANDOLA, BAMBUQUEROS DE MI TIERRA


En la música andina colombiana hay un grupo que despierta los afectos de todo quien lo escucha, ya sea conocedor o no, queda encantado con unas letras frescas, alegres y con un ritmo que invita a bailar, y disfrutar con el folclor andino colombiano.


Este grupo demuestra que la música andina colombiana es alegre y picaresca, con canciones pegajosas como “Listos para la Foto”, “El turumbis tumbis” o “El Coroteo” que es la narración de un trasteo en un pueblo, una forma pícara de plantear la moral de un pueblo a la hora de tener que mostrar la casa a todos cuando no se desea, ya que termina con una contundente frase, “Si usted se va a corotiar, hágalo de nochecita porque hay mucho mirón pa´ que no le vean los rotos ni las manchas del colchón” canciones como esta, ponen a una cantidad de personas a bailar como quizás se hacía unos 80 o 90 años atrás en la zona andina colombiana.


Bandola, representa un estilo en la música andina colombiana, un estilo que pocas veces se encuentra en las actuales interpretaciones, se podría decir que es una cualidad que solo tiene Bandola en este momento, esto muestra una de las deficiencias en la música de la zona andina del país, ya que pocos son los que se acuerdan de una línea alegre, de “parranda” en las cuales la gente del común, es decir aquellos que solo disfrutan el baile como tal, -actitud que es totalmente respetable, nada tengo contra ellos- disfrutan hasta la saciedad bailando y cantando al ritmo de Bandola. Es más, esta condición es la que permite acercarse de una forma alternativa a la música andina colombiana, debido que por medio del baile son pocos los que se acercan al mencionado género musical, cosa que no pasa con el folclor de la costa atlántica y la costa pacífica del país, ya que la gente se aproxima a dicho folclor por medio del baile, esto resulta normal por las características rítmicas de la música tropical.

Por todo lo anterior soy un admirador de Bandola, no solo por su propuesta musical, sino por la energía que dejan fluir en el escenario, porque nos hacen bailar y bailar hasta el cansancio demostrando que nuestra música andina colombiana si se puede bailar y que no todo es melancolía. Porque nos dejan “LISTOS PARA LA FOTO”

GRACIAS A BANDOLA

miércoles, 15 de julio de 2009

VIOLENCIA EN ESPECTÁCULOS PÚBLICOS


En los últimos días he venido analizando el tema de la violencia cotidiana y la injerencia que puede tener en ello la música. En un país como Colombia donde las fiestas populares abundan, desafortunadamente ambos conceptos (Fiesta Popular y Violencia) van de la mano. Como es bien sabido resulta normal que en las diferentes fiestas del país al final siempre se aumenten las estadísticas de homicidios y de lesiones personales, la pregunta es: ¿Qué es lo que pasa en las fiestas de Colombia que el alcohol y la rumba terminan muchas veces con heridos y muertos?
Pero la respuesta está más allá del exceso de alcohol, resulta ilógico acusar al consumo de tan popular químico como único causante de la violencia. En las fiestas populares aparecen una multiplicidad de factores como ciertas tendencias musicales que hacen recurrente alusión a la venganza por el desamor, también las riñas que vienen de tiempo atrás y por el exceso de alcohol se reviven, o simplemente por la falta de tolerancia que sufrimos los colombianos, esto por mencionar solo tres, porque podrían ser muchas más. En el presente artículo se va desarrollar el primer tema, la música y la violencia dentro de las fiestas populares.

Siempre me ha cuestionado el hecho que para ciertos conciertos tengan que desplegar grandes operativos de seguridad donde hacen pruebas de alcoholemia para poder hacer el ingreso o en otros donde se vende licor adentro hay una cantidad de policías que recuerdan simbólicamente y obligan de forma explícita a “portarse bien”, aunque al ver los resultados del concierto se nota que algunos de los asistentes omitieron la recomendaciones dadas antes del evento. Cuando se acaba el concierto se tiene como resumen una cantidad de borrachos, con lo cual no tengo problema alguno, es más, es de esperarse si venden licor adentro, pero lo que me causa impresión es la cantidad de heridos y de personas inmersas en riñas. Tomando en cuenta que es un evento de carácter cultural, a simple vista no habría porqué dar pie a las mencionadas riñas. Obviamente, con esto no estoy diciendo que todas las personas que están en este tipo de conciertos estén metidas en peleas, sería un error ingenuo decirlo, lo que se está tratando de decir es la violencia que se gesta con tanta facilidad en cierto tipo de eventos que en otros.
Pero quiero ser más explicito, a la hora de hablar de “cierto tipo de eventos” hago referencia a conciertos no solo de música popular como muchos podrían pensarlo dadas mis críticas a este género, sino que estoy hablando de otros ritmos como conciertos de rancheras mexicanas (de las cuales me declaro admirador desde hace muchos años, y por lo tanto he asistido a conciertos) en los cuales se realizan los controles que se mencionaron anteriormente.
La violencia que se gesta en espectáculos públicos puede tener varios aspectos como detonantes aparte de los mencionados anteriormente, como puede ser que muchos de los asistentes sean personas que no tienen acceso a la educación o de estratos económicamente carentes de oportunidades, aunque tampoco estoy diciendo que todos las personas que tienen poco acceso a la educación o que sean de estratos bajos sean siempre los que causan los altercados en los eventos aludidos, aunque para ser sinceros muchas de las personas que generan dichas riñas están en los rangos mencionados.
Para finalizar, quisiera hacer alusión a lo que motivó algunas de mis reflexiones frente a este tema, y es el poder disfrutar de una fiesta popular consumiendo alcohol y en la misma cantidad de otros, no obstante hay una gran diferencia que en esta fiesta no hay heridos, y estoy hablando del festival Mono Núñez en su festival de la plaza, donde la gente se emborracha igual que en otros espacios, es de entrada libre, es decir, que entra todo tipo de personas y también es hasta altas horas de la madrugada, el único cambio es que en este no se presentan riñas, es más, la presencia de la policía es mínima en comparación de un concierto de Jhonny Rivera, solo por mencionar algo simple como es la presencia del la policía. Y no crean que al festival de la plaza asisten los eruditos de la música andina colombiana, por el contrario asisten quienes disfrutan de una fiesta masiva igual que otras, con música, baile y licor, pero en paz.

jueves, 2 de julio de 2009

Al Tiple lo que es del Tiple


Después de llevar algo más de 10 años de escuchar música andina colombiana de las más diversas formas y tendencias, he encontrado canciones sobre variados temas, los típicos como amor y desamor, algunos prosaicos y divertidos como a la nigua o los hombres pobres, como es el caso de ese clásico pasillo volia´o “El Pelagatos”, también se encuentra un tema de evocación permanente, como es el caso de canciones dedicadas al país y su conflicto, y otras tantas sobre diferentes temas, entre todas se encuentran unas más agradables al oído que otras, unas que hacen erizar la piel tanto por la letra como por la propuesta musical, como también se hallan aquellas canciones que nada producen y que hasta molestan. Pero sin lugar a dudas, hay un tema sobre el cual todas las canciones que escucho -que no son pocas- encuentro una riqueza no solo musical, sino en la calidad de la letra, donde se expresa una cantidad de sentimientos generados por un objeto: el Tiple, uno de los instrumentos del folclor colombiano por excelencia y es precisamente sobre lo cual se va a hablar en el presente artículo para dar inicio a este “Tiple Colgado”.
Se podría hacer una reseña sobre las múltiples canciones que son dedicadas a este instrumento colombiano de 12 cuerdas, más pequeño que la guitarra y sonido armónico. Pero resultaría algo tedioso tanto para el escritor como para el lector citar un montón de canciones que hablan de el mencionado instrumento, por eso quiero plantear la importancia del tiple desde otros espacios.
Si se aborda la importancia del tiple en términos culturales, se va a encontrar como muchas de las expresiones andinas fueron enriquecidas por el tiple, como es la trova, la cual tiene un sabor especial si es acompañada por dicho instrumento -con guitarra suena diferente-, además el hecho que tanto el bambuco como el pasillo y los otros ritmos andinos colombianos, tengan características propias que se construyen por la riqueza musical que permite un sonido de 12 cuerdas, ya sea empleado como de acompañamiento puesto que es el caso de la utilización en departamentos como Antioquía, Caldas, Quindío, Risaralda Tolima, Cauca y Valle del Cauca o como instrumento que lleva la armonía como es el caso de Boyacá, Cundinamarca y los Santanderes, ya sea en cualquiera de ambas funcionalidades musicales del instrumento, el tiple compone un elemento fundamental de una identidad cultural andina del país y de allí su importancia no solo musical sino cultural. Debido a que hay que tener en cuenta que el instrumento al cual se le está haciendo referencia es de construcción puramente colombiana.
Aunque en Latinoamérica hallan otros instrumentos con similares características, el tiple es particularmente diseñado por los campesinos e indígenas colombianos hace varios siglos atrás.
Con todo lo anterior se quiso simplemente explicar el porqué el nombre de este Blog. Porque el tiple hasta colgado da para decir muchas cosas y porque no solo la música quiere y necesita de un tiplecito, de esos que tocan bambucos y cantan pasillos viejos, sino que la cultura también necesita interpretarse con 12 cuerdas.

El Parque de la Música


En mi reciente viaje a Ginebra, al festival Mono Núñez, sin lugar a dudas el más importante que tiene Colombia en cuanto a música andina colombiana se refiere, disfruté de un nuevo espacio llamado “El Parque de la Música” donde se realizó el festival de la plaza. El cual, durante 22 años se realizó en el parque central del municipio, y gracias algunas dinámicas de privatización de acceso a la cultura donde para estar cerca al escenario había que pagar, generaba que quienes no pagaban debían disfrutar de la música desde los lados del escenario o desde algún lugar del parque donde no se veía bien, lo cual generaba un asilamiento para quienes por algún motivo no pagaban.
Pero con gran alegría encontré un nuevo sitio mucho más grande, donde cabían todos. Tanto los que podían pagar la comodidad de las sillas, como quienes se sentaban en el suelo empedrado aunque algo incómodo pero había la posibilidad de estar muy cerca al escenario, de poder disfrutar de cerca del festival de la plaza. Lo que sin lugar a dudas resulta supremamente valioso e importante para que la gente joven que desea acercarse a la música colombiana por medio de eventos como el festival Mono Núñez pueda hacerlo de manera gratuita.
El parque de la Música cumple con unas de las necesidades más grandes de la música andina colombiana contemporánea debido a que se hace necesario que dicha música se acerque más a la gente del común, ya que tiene un nivel académico muy avanzado, donde solo lo disfrutan realmente los que llevan algún tiempo de escuchar y conocer la música colombiana. Con lo cual de alguna manera excluye a quien apenas inicia en dicho proceso. Es por eso que son muchísimas las personas en el país que creen que la música andina colombiana es Silva y Villalba, Garzón y Collazos y otro montón de “viejitos” y así ignoran que la música andina colombiana en este momento la gran mayoría es compuesta e interpretada por gente joven.
Es por todo lo anterior que celebro con alegría que la música andina colombiana tenga un escenario amplio donde quepan todos, los amantes y conocedores como los que apenas se acercan, donde cada vez más gente se de cuenta que la música andina colombiana puede ser para todos.