Para terminar esta larga pausa de escritura y para iniciar este año quiero plantear y retomar un tema que alguna vez bosquejé pero hoy quiero más que un tipo de análisis quiero hacer un llamado a la unión del concepto o de la simple idea de lo que puede significar ser colombiano.
La inquietud de retomar el tema me surgió esta semana mientras veía unos videos del Festival Petronio Álvarez de músicas del litoral pacífico colombiano, cuando leí algunos de los comentarios que hacen quienes vistan los videos encontraba con preocupación mucho racismo de parte de algunos afrodecendientes para con quienes admirábamos dicha música, comentarios como: “Fuera los mestizos de lo nuestro convocatoria a todos los que afuera se quejan de la invasión de los que no nos quieren ni respetan pero no se pronuncia ya es hora FUERA” o “Estos que alaban la música son los mismos que te discriminan en la calle, vecindario, trabajo no es un llamado a racismo es un despertar del orgullo”. Creo que si alguien escucha del pacífico colombiano no es racista, por el contrario, admira sus construcciones culturales y tratar de racistas a quienes valoran la música es aplicarse un “autoracismo” porque se está rechazando a quien no lo rechaza, lo cual a todas luces es una marginación voluntaria.
No cabe duda que excluirnos nosotros mismos de nuestras construcciones culturales genera más divisiones sociales que las que están ya impuestas, además de alejar las posibilidades de concebirnos realmente como una nación pluricultural y no como un montón de regiones endogámicas, donde aun se escuchan términos xenofóbicos (para la sociedad colombiana) como “Federal” o donde se presentan odios regionales como los que se profesan mutuamente algunos antioqueñ@s y bogotan@s, o entre ciudades que son tan cercanas y tan parecidas culturalmente que el rechazo que algunos plantean resulta ilógico, como sucede con ciudades como Manizales y Pereira, Ibagué y Neiva, Cartagena y Barranquilla por mencionar solo tres de muchos casos, pero el problema de fondo es el mismo, es seguirse concibiendo como minorías autosuficientes, donde poco importa lo que el resto del país pueda pasar mientras que no afecte a dicha minoría y donde el otro, aquel que no está en la región puede ser considerado como un extraño que no puede acercarse más de lo permitido, donde otro colombiano es rechazado por el simple motivo de no ser de esa región.
El problema no está en sentir afecto o amor por la región donde se nace, sino en el punto donde el orgullo se vuelve un arma de exclusión en contra del otro, así mismo que se pierde la posibilidad de generar un concepto de nación, algo que unifica y que puede construir una verdadera identidad nacional.
¿Cuáles son las posibles soluciones? Pues en primera instancia, es necesario una educación para la diversidad y para tolerancia, para comprender que si el otro es diferente también puede hacer parte de la misma sociedad, de la misma forma que es necesario una educación que difunda las manifestaciones culturales contemporáneas de todo el país para que no haya tanto desconocimiento de la realidad del folclor colombiano, y para que tener más público que valore el folclor de la misma forma para que no sea entendido como música de minorías, encerrada, oculta e intocable por otros.