lunes, 11 de octubre de 2010

EL DEBER SOCIAL DE LA MÚSICA


Siempre he considerado que la música al igual que el resto de las manifestaciones artísticas debe tener una función social de decir lo que muchos callan o lo que ciertas estructuras le ocultan al pueblo, de expresar ideas políticas y no simplemente encerrase en expresar múltiples visiones del amor y entretener a quien escucha.

Desde la semana anterior he estado escuchando detalladamente el trabajo del músico colombiano Cesar López, llamado “Toda Bala Es Perdida” el cual es precisamente una representación de ese “deber social” del arte, toda vez que hay una propuesta política como una  expresión artística que pretende hacer uso de la música para plantear una crítica al conflicto colombiano, lo cual es una necesidad latente en un país que parece abrumado por las armas y que se encerró en el silencio, porque son pocos los que se atreven a decir cosas diferentes por encima de ideologías o colores políticos y es “Toda Bala Es Perdida” una muestra de una visión política libre donde se dicen cosas muy valiosas y necesarias para tratar de acabar con ese peligroso silencio en el que mantenemos los colombianos.

Cuando transporté esa necesidad del deber social del arte a la música andina colombiana (MAC) encontré con una alentadora visión, ya que son muchos los compositores que dijeron y que aun están diciendo cosas importantes sobre el conflicto y sobre la realidad urbana y rural de Colombia, tal es el caso de maestros como José A Morales, Jaime Valencia, Jorge Veloza, Guillermo Calderón, Leonardo Laverde, Luz Marina Posada, Ancizar Castrillón y Jhon Claro, entre muchos otros que han plasmado en sus composiciones visones acerca de los múltiples problemas del país, así mismo convierten a la MAC no solamente en una forma más de cantarle a las emociones personales sino que reconocen en las músicas colombianas una posibilidad de narrar dichas problemáticas. De esta forma se asume ese “deber social” como un compromiso no solo de hacer una propuesta musicalmente seria sino políticamente elaborada donde decir cosas que pocos dicen hace parte de lo que podría entenderse como una postura ética frente a la realidad del país.

Pero también hay que mencionar que no solo hay compositores comprometidos sino los intérpretes que muchas veces les dan un valor agregado a dichas disposiciones por la capacidad vocal que le imprimen a lo que otros escribieron como es el caso de Beatriz Arellano, Silvia Bibiana Ortega, Niyireth Alarcón, duetos y grupos como Carmen y Milva, las Zurronas, Pie Izquierdo, los Carrangueros de Ráquira, Septófono, Juglares, entre otros tantos intérpretes que les creen a los compositores en esa necesidad visibilizar los problemas del país y no en taparlos con historias rosas de amor que al final no es nada del otro mundo porque muchos pueden hacerlo, pero atreverse a “tocar llagas” necesita una conciencia del valor social de la música.

Con esta entrada quise no solo quise hacer un reconocimiento a compositores e intérpretes que componen y cantan con un “deber social” a sus espaldas, sino que quiero cuestionar un poco a algunos géneros musicales que no son capaces de decir nada nuevo, porque al final cantarle al amor o al desamor de pareja no necesita mucho compromiso social, mientras que asumir una responsabilidad frente a los problemas del país necesita de una postura crítica del mundo, y creo que es la necesidad latente en Colombia, dejar de creernos el mejor país del mundo o el más feliz, para poder abrir los ojos para algún día lejano generar un cambio social verdadero.

lunes, 4 de octubre de 2010

NIÑOS Y NIÑAS INTÉRPRETES


La semana anterior, en un conversatorio sobre el proceso de los intérpretes y compositores de música andina colombiana (MAC)  en Manizales, se planteó el debate acerca de los niños y niñas que la interpretan con atuendos campesinos, lo cual no generaba apropiación e identidad sobre dicha música toda vez que se representaba una realidad que no se vive, lo cual generó alguna polémica, y hoy quiero revivir y remitir dicho debate en este espacio.

Hay que empezar por decir que esa es una de las cosas que me genera algún tipo de preocupación en un concurso o concierto, cuando veo niños y niñas interpretando la música tradicional de la región andina colombiana, porque noto que en algunas ocasiones es más una imposición escolar o familiar que una verdadera intención de cantar los aires típicos de la región andina del país con un vestuario ajeno a su realidad. La preocupación reside en que el estar vestidos de campesinos no permite que haya una apropiación verdadera, sino recuerdo de un pasado que no se ha vivido lo cual no solo se ve planteado en un atuendo campesino recargado y desactualizado, sino que en el repertorio que se interpreta, ya que en la mayoría de las canciones que se interpretan se hace referencia a un contexto rural que muchas veces los niños y niñas desconocen, así mismo muchas de las canciones de los bambucos de sus abuelos pero pocas veces hablan de sus bambucos es decir de canciones que hagan referencia a su presente urbano.

En el párrafo anterior se hizo referencia sobre los atuendos desactualizados de los niños y niñas que los visten de campesinos pero de otra época, es decir, si se compara el atuendo de una campesina con lo que se ponen algunas niñas que interpretan MAC se nota una diferencia abismal, toda vez que las faldas largas ya no se usan en el campo, tampoco flores grandes como accesorio en el pelo, desde ahí se marca una ruptura con lo que se trata de imitar, y para el caso de los niños intérpretes el problema no es muy lejano a lo que sucede con las niñas, por eso es importante actualizar repertorios y actualizar atuendos para que si desean “imitar” a nuestros campesinos (que tristemente ya poco cantan la MAC) se haga desde la realidad de sus atuendos contemporáneos.

Creo que es importante motivar a los niños y niñas que desean interpretar los aires típicos de la región andina colombiana que lo hagan pero desde su cotidianidad, que si viven en la zona rural pues que canten con su atuendo habitual y si residen en el zona urbana que canten y bailen con un vestuario urbano, ya que con esta estrategia se logra una identidad  de los niños y niñas con la MAC desde su realidad, donde descubran las canciones que narran su contexto, porque de lo contrario seguiremos reproduciendo la idea errónea que la música de la región andina es solo para narrar las historias del campo y nada más lejano de la realidad, porque la MAC narra las dinámicas del rurales y urbanas por igual.

Para terminar, quisiera hacer un llamado muy respetuoso a las instituciones que desarrollan proyectos donde se fortalece la MAC con los niños y niñas intérpretes (trabajo que es muy valioso y necesario) a motivarlos y motivarlas a cantar y bailar con vestuario acorde a su contexto contemporáneo para construir una música andina colombiana con una visión actual donde cada persona pueda encontrarse en la armonía y en la letra de uno de los muchos aires musicales de la región andina colombiana y garantizar la construcción de un discurso cultural que respeta y reconoce la tradición pero que también da razón del aporte contemporáneo en la construcción de un concepto de identidad nacional que puede hacer la música andina colombiana hoy.