sábado, 22 de septiembre de 2018

MIGRAR CON LA CULTURA

Para nadie es un secreto que la migración de ciudadanos venezolanos a Colombia es un tema que genera distintos debates, pero por sobre todo nos estamos enfrentando a una realidad que el país desconocía, fundamentalmente por ser un país que genera migraciones hacia el exterior, pero que no sabía que es recibir a personas de otros lugares en situación de ilegalidad (en miles de ocasiones) y que de alguna u otra manera entran a hacer parte de las dinámicas cotidianas de cada quien. Pues bien, hoy quiero abordar este tema a la luz de la música. Es decir, quiero iniciar un diálogo sobre la necesidad de asumir a los migrantes desde el afecto y el respeto por su situación, sustentado en lo que en términos de construcciones culturales genera el tener que migrar.

Desde hace unos meses traigo un interés por evidenciar muchos de los aspectos positivos que le genera a un país como Colombia tener en su interior un proceso de migración de ciudadanos de otros países. Como forma de combatir la incompresible ola de xenofobia que se está presentando.

Esto se generó porque pude compartir con migrantes, especialmente con niños y jóvenes desde un ámbito laboral, allí pude evidenciar como quien sale de su país también trae en su maleta todas las construcciones culturales de su tierra. Desde eso, he tratado de entender desde el cariño y sobre todo desde el respeto: ¿Por qué un niño migrante de 12 años al encontrarse con otros en su misma circunstancia empieza a cantar algunas canciones típicas de su país? Y la respuesta termina siendo obvia: Porque siente que cantar sus canciones es una forma de conectarse a la distancia con lo propio y como muestra que aunque en el lugar donde llegó todo a todos le es desconocido, la música (en este caso) resulta ser una forma más de presentarse y representarse en una sociedad ajena.

Hace poco, mientras estaba en un transmilenio (caótico sistema de transporte masivo de la capital colombiana) se subió una pareja joven con una guitarra y un violín a cantar un par de canciones, una de ellas Alma Llanera, que es considerado el segundo himno del país hermano, con lo cual sin necesidad de hablar dijeron que eran venezolanos, y así hay cientos de personas por todo Colombia se están ganando la vida. Compartiendo sus saberes tradicionales, es decir compartiendo su cultura para ganarse la vida. Es igual cuando algún latino baila salsa en el metro de cualquier ciudad del mundo. Echa mano de la fama que tenemos de bailarines para sobrevivir en un mundo ajeno.

La música es solo un caso, podríamos hablar más con la comida y la posibilidad de conocer la cocina venezolana y a la vez poder ayudar alguna familia que seguramente está pasando por una situación compleja. 

Finalmente, invitación que hoy le hago al quien lee este texto es a acoger con afecto y sobre todo con respeto a todo lo positivo y valioso que los venezolanos nos están compartiendo en Colombia. Permítase escuchar la maravillosa música venezolana,  conozca un poco más de una cultura que resulta tener muchos puntos de encuentro con la nuestra. Y no olvide que ellos están pasando por circunstancias difíciles, muchas de ellas son las mismas que viven y han vivido desde siempre no solo los colombianos sino los latinoamericanos en muchas partes del mundo.  

lunes, 9 de abril de 2018

FORMAR NUEVOS PÚBLICOS, CUESTIÓN DE TODOS

En repetidas oportunidades he escuchado en escenarios cercanos a la Música Andina Colombiana (MAC) que es necesario generar nuevas audiencias y nuevos públicos para nuestra música, frente a este tema se han dicho muchas cosas desde hace varios años. Precisamente sobre este tema redundado y complejo quiero plasmar mi postura subjetiva como alguien que se ha planteado esa misma preocupación y que tiene unas percepciones respecto a las distintas visiones referentes al mismo tema.

Crear nuevos públicos es para muchas personas sencillamente lograr que gente joven escuche MAC, dejando por fuera a muchas personas de distintas edades que desconocen la realidad de la música tradicional de la región andina colombiana ya que para millones de colombianos la MAC se quedó en los años 50. Considero que es necesario abrir el espectro en lo generacional, porque en el mundo de hoy donde hay acceso a las músicas del mundo con facilidad se puede llegar a muchos públicos sabiendo utilizar las herramientas virtuales.

Se hace fundamental motivar a nuevas audiencias más allá de ver gente joven interpretando la MAC, labor que han motivado principalmente las universidades incluso más que los mismos festivales del género que solo brindan el espacio donde interpretar (tarea imprescindible, necesaria y que afortunadamente ha sido sistemática), mientras que la academia invita a la formación, la creación y el intercambio con otras músicas.

Sin duda, otro de los problemas evidentes frente a la creación de nuevos públicos es lo complejo que les resulta a muchas personas acceder a la MAC. Por ejemplo, para ir a los festivales hay que invertir una suma de recursos que un estudiante universitario no destina con facilidad para acercarse a un género musical. Una muestra clara fueron los precios de la boletería para el lanzamiento de la edición 2018 del festival Mono Núñez en Bogotá, donde la más económica era de $40.000, en la localidad más alejada al escenario. Aparte que se realizó en un lugar distante a todas las universidades. Por lo cual no hay porque extrañar el público asistente sea de un rango de edad alto, ese mismo que lleva años yendo a festivales, que conoce el género y que exige hasta a quienes amplifican el sonido del evento. Pero de gente joven con interés de conocer sus músicas colombianas no se ven muchos y menos si no tienen nada que ver con el contexto de los músicos.

Creo que todos tenemos la labor de acercar a los nuevos públicos. Considero que a los intérpretes de la MAC les falta mucha apropiación en medios virtuales, solo hay que ver que son muy pocos los intérpretes y compositores que hacen videos con edición y dirección de arte de sus obras, la gran mayoría se consuelan con lo que graban en conciertos o algunos videos caseros, pero producción estética como tal hay muy poco. Si se hace una comparación con otras músicas colombianas más comercializadas la brecha es evidente. Por ejemplo Carlos Vives (por poner un gran ejemplo visible) antes de lanzar un CD en físico ya tiene por lo menos un video en youtube y el resto del trabajo disponible en todas las plataformas (Spotifi, iTunes, Dezzer). En la MAC aún se depende mucho de la industria del disco.

Falta generar espacios donde se facilite la participación de un público poco conocedor, que busque que nuevas personas se acerquen a la MAC. Pareciera que nos gustan los públicos que ya están formados, conocedores y con la disposición permanente a asistir a todo. Nos faltan espacios de dialogo para compartir con otros, nos falta socializar en ambientes diversos, hay mucha endogamia en el medio producir eventos para nosotros mismos. ¿Por qué no soñar con el lanzamiento de un festival en un parque público o en una universidad? O lanzar un trabajo discográfico en simultánea por redes sociales y plataformas virtuales. Abrir espacios de dialogo por fuera de los festivales.

Para terminar hago la una invitación respetuosa: Hay que salirnos de los auditorios ya conocidos para cautivar nuevos públicos.