Siempre he considerado que la música al igual que el resto de las manifestaciones artísticas debe tener una función social de decir lo que muchos callan o lo que ciertas estructuras le ocultan al pueblo, de expresar ideas políticas y no simplemente encerrase en expresar múltiples visiones del amor y entretener a quien escucha.
Desde la semana anterior he estado escuchando detalladamente el trabajo del músico colombiano Cesar López, llamado “Toda Bala Es Perdida” el cual es precisamente una representación de ese “deber social” del arte, toda vez que hay una propuesta política como una expresión artística que pretende hacer uso de la música para plantear una crítica al conflicto colombiano, lo cual es una necesidad latente en un país que parece abrumado por las armas y que se encerró en el silencio, porque son pocos los que se atreven a decir cosas diferentes por encima de ideologías o colores políticos y es “Toda Bala Es Perdida” una muestra de una visión política libre donde se dicen cosas muy valiosas y necesarias para tratar de acabar con ese peligroso silencio en el que mantenemos los colombianos.
Cuando transporté esa necesidad del deber social del arte a la música andina colombiana (MAC) encontré con una alentadora visión, ya que son muchos los compositores que dijeron y que aun están diciendo cosas importantes sobre el conflicto y sobre la realidad urbana y rural de Colombia, tal es el caso de maestros como José A Morales, Jaime Valencia, Jorge Veloza, Guillermo Calderón, Leonardo Laverde, Luz Marina Posada, Ancizar Castrillón y Jhon Claro, entre muchos otros que han plasmado en sus composiciones visones acerca de los múltiples problemas del país, así mismo convierten a la MAC no solamente en una forma más de cantarle a las emociones personales sino que reconocen en las músicas colombianas una posibilidad de narrar dichas problemáticas. De esta forma se asume ese “deber social” como un compromiso no solo de hacer una propuesta musicalmente seria sino políticamente elaborada donde decir cosas que pocos dicen hace parte de lo que podría entenderse como una postura ética frente a la realidad del país.
Pero también hay que mencionar que no solo hay compositores comprometidos sino los intérpretes que muchas veces les dan un valor agregado a dichas disposiciones por la capacidad vocal que le imprimen a lo que otros escribieron como es el caso de Beatriz Arellano, Silvia Bibiana Ortega, Niyireth Alarcón, duetos y grupos como Carmen y Milva, las Zurronas, Pie Izquierdo, los Carrangueros de Ráquira, Septófono, Juglares, entre otros tantos intérpretes que les creen a los compositores en esa necesidad visibilizar los problemas del país y no en taparlos con historias rosas de amor que al final no es nada del otro mundo porque muchos pueden hacerlo, pero atreverse a “tocar llagas” necesita una conciencia del valor social de la música.
Con esta entrada quise no solo quise hacer un reconocimiento a compositores e intérpretes que componen y cantan con un “deber social” a sus espaldas, sino que quiero cuestionar un poco a algunos géneros musicales que no son capaces de decir nada nuevo, porque al final cantarle al amor o al desamor de pareja no necesita mucho compromiso social, mientras que asumir una responsabilidad frente a los problemas del país necesita de una postura crítica del mundo, y creo que es la necesidad latente en Colombia, dejar de creernos el mejor país del mundo o el más feliz, para poder abrir los ojos para algún día lejano generar un cambio social verdadero.