¿Se disfruta cuando se sabe demasiado sobre música? Esa es la pregunta que me hago constantemente al ver como las personas que conocen poco de música andina colombiana disfrutan de una manera apasionada y alegre, ya que no se dan cuenta -y ni les importa- de los errores que pueda cometer un grupo en la interpretación o si el grupo es bueno o es malo, disfrutan porque si, porque eso les suena bueno. Es más, creo que son los que más gozan, porque los que tienen muchos conocimientos no perciben dado que están pendientes de encontrar errores vocales o instrumentales, lo cual no les permite gozarse la música andina colombiana en toda su dimensión, una dimensión sencilla, sin complicarse ni por voces, ni estilos de interpretación, mejor dicho por cosas que quienes saben aprecian con una agudeza tal, que les mortifica escuchar tal o cual canción mal interpretada, y muchas veces critican hasta la forma de vestir del cantante, con lo cual se pierden de cosas tan agradables de ver la pasión de un músico ejecutando un instrumento o de un cantante que ama lo que está interpretando y expresa ese sentimiento en su canto. Cosas como esas que un especialista no valora, debido a sus grandes conocimientos ha olvidado lo sencillo de la música, que es la diversión que al final debe producir el arte.
Pero también hay que decir que conocer sobre algo, y para este caso sobre música andina colombiana, permite ver la música desde otros ojos, con un poco de crítica donde la apreciación musical va más allá de saber si una canción es un bambuco o un pasillo, conocer asimismo permite encontrar nuevas propuestas que sorprenden por su calidad, cosa que la persona que reconoce poco no valora tan fácilmente. Igualmente aprender sobre dicho tema, ayuda a comprender más al país desde su folclore y encontrar rasgos de la identidad nacional en el arte, lo cual para mi gusto compone el principal argumento a favor de quienes han profundizado en las expresiones musicales colombianas.
Para concluir o quizás para abrir le debate, se podría plantear que lo mejor sería tener un punto de encuentro entre ambas posibilidades de disfrutar la música andina colombiana, así mismo se lograría encontrar como conclusión un viejo dicho católico relacionado con las velas que alumbran a los santos: “Ni mucho que queme al santo, ni poco que no lo alumbre” y aunque suene respuesta o desenlace algo tibio, pero veo que es la forma de disfrutar desde lo sencillo hasta lo virtuoso, sin poner en conflicto ninguna de las posiciones planteadas anteriormente para respetar a los conocedores de la misma manera que a quienes poco conocen del género.