Hace más o menos un año y medio llegué a vivir a Armenia
por motivos laborales ajenos a la Música Andina Colombiana (MAC), mi anhelo era
vincularme rápidamente en las dinámicas culturales de la ciudad, pero con
tristeza encontré que en esta ciudad capital de un departamento donde hay
muchas personas cercanas de la música andina colombiana y otras artes, el
acceso a las manifestaciones culturales era muy poco para la cantidad de
personas, y el potencial de artistas que hay aquí.
Al principio, pensé que faltaban espacios físicos donde
se puedan realizar eventos de difusión cultural, cuando los encontré, pensé que
había un problema en la divulgación de los eventos, cuando me di cuenta que no
había mucho de donde escoger, después creí que eran pocas las instituciones que
le apostaban a la cultura en la capital del Quindío.
Pero en los últimos días, descubrí un problema de fondo
que me dejó mucho más preocupado, a partir de algo nefasto para una ciudad como
esta. Hace poco más de un mes me enteré que en Armenia las artes no son
carreras profesionales y menos licenciaturas, resulta que los estudios en
bellas artes de la Universidad del Quindío están clasificadas como educación no
formal. Lo que significa que para las instituciones académicas, estatales y
culturales el arte no es algo serio, que merezca profesionalizado por ser algo
inferior, sin importancia y esto es una característica de pre-modernidad, lo
cual es muy grave, porque en una ciudad capital de un departamento en pleno
siglo XXI las artes tienen que ser entendidas como fundamentales en la
construcción de ciudad y de desarrollo social, económico y cultural.
Pero aquí el problema no solo reside en una universidad,
radica en un proceso histórico de desconocimiento de valor del arte en la
construcción de ciudad, y eso no tiene nada que ver si esta es grande o pequeña
(argumento que algunas personas esgrimen para evadir la problemática) radica en
reconocer no solo el talento que existe en este departamento sino que saber que
el arte enriquece los procesos de desarrollo de cualquier contexto.
Para terminar, quiero hacer un reconocimiento a todos los
artistas que conozco aquí en Armenia, que son talentosos y que buscan abrirse
campo de distintas formas sin contar con mucho apoyo de instituciones públicas
que deberían hacerlo. Ya que no cuentan con una entidad que los certifique en
la ciudad y por eso se ven obligados a irse, lo cual no siempre es malo, pero
estoy totalmente seguro que hay talentos que se están perdiendo por
instituciones que creen que esta ciudad no necesita artistas profesionales, que
aporten a construir ciudad. Así mismo también quiero hacer un llamado desde
aquí a: instituciones, gestores culturales, artistas plásticos, teatreros,
músicos y gente en general que le preocupe la situación aquí mencionada, a
asociarse para buscar salidas y pensar una ciudad donde el arte sea reconocido desde
su valor inmenso en la formación intelectual y social de cualquier sociedad.